Al noroeste de Italia encontramos, frente a los alpes, la ciudad de Turín, una gran desconocida, que por suerte pude visitar en 2008. Una ciudad moderna, que ha sabido conjugar los nuevos tiempos con el desarrollo de su patrimonio. El centro histórico está dominado por el peatón, que disfruta de sus grandes avenidas y sus maravillosas plazas.
Si nos alejamos un poco de la ciudad y vemos una panorámica, lo primero que nuestra vista va a reconocer, es la magnífica cúpula de la Mole Antoneliana, antigua sinagoga, hoy reconvertida en museo, pero no un museo cualquiera, sino un museo de la historia del cine.
Lo primero que encontraremos será una entrada en la que no sabremos donde estamos, y donde comenzará el recorrido, que en los primeros momentos, está estructurado de manera cronológica, con un discurso claramente didáctico, donde encontramos frente a los primeros inventos relacionados con el cine, hasta llegar a las cámaras actuales y la era digital. Esta parte del museo, está estructurada de manera que el visitante no puede elegir donde va, sino que es el museo el que dirige al espectador, para que no se pierda nada. Toda la exposición está repleta de maquinarias con las que interactuar, haciéndolo un destino muy frecuentado por niños y no tan niños.
Después de la toma de contacto con la que se empieza, subimos a la primera planta, nos encontramos con una parte del museo, ya de organización más libre, donde encontramos todo tipo de objetos y decorados que hacen las delicias de los cinéfilos, como el despacho de El Padrino, o la cabeza mecánica de "Tiburón", infinidad de elementos, que amenizan la visita, todo ello salpicado con cientos de fotos, de la época dorada del cine italiano y americano.
Pero la visita continúa, hay que subir un piso más que nos da acceso a la continuación de la colección de objetos de cine, pero que termina, en una salida espectacular, nos asomamos a la inmesidad del interior de la cúpula la cual podemos recorrer mediante pasillos colgantes que estructuran otro tipo de exposición, interactiva, pero con un discurso actual sobre los medios de comunicación. De un lado el vacío de la cúpula, del otro actividades interactivas de video y sonido, donde el visitante recorre los formatos televisivos además de poder adentrarse en la producción y realización de una película.
La visita culmina bajando hacia el área de descanso situada a los pies de la cúpula, se trata de una gran sala de cine donde poder disfrutar de películas, de distinta procedencia, con una acústica única.
Y para terminar y no apto para personas con vértigo, un ascensor que cuelga del centro de la cúpula nos lleva a 140 metros de altitud donde podemos disfrutar de la vista de toda la ciudad y de los Alpes al norte.
En definitiva, un buen museo, donde pasar toda una tarde disfrutando de objetos y de una visita muy entretenida, donde la verdad se aprende bastante, sobre la historia del cine y sus entresijos tecnológicos.
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